No sabéis
mucho acerca de mí, si cabe, leísteis mi artículo en el número
anterior de este fanzine y pudisteis sacar alguna conclusión sobre
su autor, pero si hay algo que me sorprende y que me llega al
corazón, son las personas con almas torturadas. Será que procuro
torturar la mía y encontrar en estas gentes un modelo a seguir, tal
vez un camino ya trazado por el que dejarme llevar o que sus palabras
me arrancan sentimientos que pocas cosas podrían hacer aflorar.
Nick Drake
es sin duda un alma torturada hasta el extremo, un hilo de voz tenue
que hilvana mi vida nocturna en soledad y que me traslada a paisajes
otoñales donde puedo descansar del dolor que acarrea la vida,
curiosamente, paciendo en el dolor que emanan sus tristes letras.
Su vida no
fue nada del otro mundo. Un chico que realizó sus estudios
secundarios satisfactoriamente, que llegó a ser capitán del equipo
de rugby y al que nadie parecía conocer realmente. Era una sombra
para todos, la oscuridad que se escurría en el mundo donde el pópulo
bailaba una danza distinta a la suya, el camino perpendicular al del
rebaño, un espíritu tranquilo en el silencio.
Llegó a la
universidad y a pesar de ser un hombre con claras capacidades
intelectuales y deportivas, él parecía inclinarse más por un mundo
distinto, el de la música y las drogas. A mi entender, ese mundo en
el que solo nos adentramos unos pocos que quizá tememos nuestro ser,
pero deseamos imperiosamente el ver cuán profundo es y hundir
nuestras manos hasta el final de ese pozo interior. Así fue, y Nick
empezó a coquetear con el cannabis y los alucinógenos, a componer
de manera más seria (ya su madre de pequeño le enseñó a tocar, de
hecho las composiciones de ella guardan una similitud notable con las
de su hijo) empezó a entender que su vida era la música y que lo
que todos creían que era un potencial a punto de estallar, debía,
sin más dilación, explosionar de manera rotunda.
Drake firmó,
tras dejar la universidad, un contrato con “Island Records” y
puso en marcha la grabación de su primer LP “Five Leaves Left”,
que curiosamente se llamó así, en honor a la advertencia que
contienen los librillos de papel de fumar Rizla cuando
fastidiosamente quedan nada más que cinco hojillas para acabarse. En
este disco se observan las pautas más típicas de su estilo musical,
unos arreglos de guitarra muy elaborados y sobrios que en ocasiones
se acompañan de algún instrumento, pero que permiten disfrutar de
la acústica y la voz, dando predominancia a estos dos elementos
sobre cualquier otra cosa. Por desgracia, el disco no tuvo gran
calado en el público de su época, corría el año 1969 y a pesar de
que el hombre llegase a la luna, nuestro camarada no conseguiría ni
salir del Reino Unido con su sonido, bello, pero no entendido por sus
contemporáneos. En parte, ellos no tenían culpa, Nick no daba
conciertos en directo presentando su música, y en las contadas
ocasiones que lo hacía, la tarea de afinación era tan laboriosa que
entre tema y tema la gente tenía tiempo de replantearse el estar
allí y considerar la actuación como nefasta, no por la calidad de
las canciones, sino más bien por la puesta en escena final.
Se
decepcionó, creyó que el resultado no era bueno, pero estaba
convencido de que no debería poner fin a su carrera, y se encomendó
a su segundo trabajo como una boya que le permitiera no ahogarse. El
reservado Nick Drake no debía comentar con nadie su frustración,
pagaría todo su dolor consigo mismo y caería en una profunda
depresión.
Después de
mudarse a Londres y vivir a salto de mata entre la casa de su hermana
y los colchones y colchonetas que le separaban del suelo de los pisos
que sus escasos amigos le dejaban para dormir, la discográfica le
puso un piso en Candem y sacó su segundo disco “Bryter Layter”.
En esta ocasión hizo caso a su productor, el cual le recomendó el
acercar su sonido al pop e introducir en los temas más instrumentos
y decorar un poco el sonido. Personalmente este LP no representa la
esencia real que yo quiero extraer de su creador, se observan tonos
más coloridos, que escapan de la tristeza de su aura y que decoran,
en demasía para mi gusto, un intento por comercializar y dar salida
a un hombre que quizá no tuvo una incursión en la fama debido a
problemas que realmente no se solventan de esta manera. Los
resultados fueron menos de tres mil copias vendidas y una nueva
depresión para Drake, que cada vez resistía peor y con más
flaqueza las embestidas de la realidad, una realidad que él mataba a
base de drogas, pero que su insomnio mantendría viva hasta el fin de
sus días.
Sin
dedicarle más tiempo a “Bryter Lyter” que posee canciones
bellísimas como por ejemplo “At the Chime of a City Clock” o
“Poor Boy” parecidas a los sonidos de jazz de Encías Sangrantes,
quiero centrarme en su último disco “Pink Moon”.
La depresión
ya era casi insostenible, Island Records no quería saber nada del
pobre Drake y este tuvo que grabar su mejor álbum en dos noches
acompañado de un técnico de sonido. Es increíble que tan solo en
esas dos veladas grabase el que para mí es su mejor trabajo, se
arrancó las vestiduras, eliminó toda artificiosidad y solo él y su
guitarra dan vida a la luna rosa, un lloro, un grito bajo, una
súplica de piedad, Nick Drake reclamaba al mundo que dejase de
golpearle con el duro látigo que azotó su espalda desde Five Leaves
Left y acariciando la Tierra con su sonido puro contrarrestó la
dureza con suavidad, la ira con tranquilidad y la miseria social con
riqueza artística. No tengo ni idea de si conocía el Tao y sus
enseñanzas, pero parece aplicarlas ahora con sagacidad. Pink Moon es
el final de una vida, ya la primera canción, que da título a todo
el LP es de una exquisitez fascinante y dice en sus primeras líneas:
“I
saw it written and I saw it say
“Lo he visto
escrito y lo he visto decir
Pink moon is on it's way
La luna rosa está en camino
And none of
you stand so tall
Y ninguno estáis a
tanta altura
Pink moon gonna get you all”
La luna rosa va a alcanzaros a todos”
Él ya sabe
que ninguno estará a la altura, pero que al final acabará
alcanzándonos a todos. Estas palabras suenan agresivas y cargadas de
ganas de demostrar algo que se le había resistido en todos sus
trabajos anteriores. El lograr la fama que él cree merecer, el poder
llegar a los oídos de todos e inundarlos de belleza.
Desde la
primera canción hasta la última tiene gran complejidad estilística
y letras muy elaboradas, pero el comienzo entregado a la luz cada vez
se sume más en lo insondable de su alma. En “Things Behind the
Sun” deja claro que abandona definitivamente y reniega la primavera
de su anterior disco para someterse a su otoño e incluso prepararse
para el invierno de su vida, alertando de los miedos y de la
precaución excesiva que podría llevarnos al no atrevimiento, a la
muerte.
A lo largo
de la escasa media hora que dura el disco completo, le habla a
alguien que está lejos, le implora amor, le recuerda que está ahí
y que hay alguien que le ama, llegas a “Know” con esa idea, y
alcanzas “Parasite” creyendo en él, hasta que se revela su
auténtico ser. Y es que toda la letra de este tema revela lo que
Nick siente sobre sí mismo, se siente un parásito, lo más bajo de
la sociedad, el último mono, despechado, despreciado, basura y al
final del tema plasma su realidad en estas palabras:
“And take a
look you may see me on the ground
For I am the parasite of this
town.
And take a look you may see me in the dirt
For I am the
parasite who hangs from your skirt.”
Que traducido significa:
“Y echa un vistazo, puedes verme
en el suelo
Porque soy el parásito de esta
ciudad.
Y echa un vistazo, puedes verme en
el lodo
Porque soy el parásito que cuelga
de tu falda.”
Con esta dulzura trata Drake sus
canciones. Pero para su desgracia, la luna rosa no llegó a todos
como él pretendía, y de nuevo el fracaso se cebó con su demacrado
espíritu y esta vez no dejó nada. No pudo volver a grabar, se mudó
a casa de sus padres, donde la derrota era más que palpable. El
mundo no dejó avanzar a este pobre hombre que con veintiséis años
y por una sobredosis de antidepresivos dejó el mundo sin saber que,
con el paso del tiempo, su música sería admirada por muchos,
considerada de culto y de una vez por todas entendida. Hoy, un chico
coruñés, que tan solo dista un par de años de la edad con la que
él nos abandonó escribe, casi con lágrimas en los ojos, su segundo
artículo musical sobre un sencillo hombre nacido en Birmania que no
pudo jamás entender como el talento que todos le decían poseer, la
genialidad que el universo le dio a entender que tenía, no brillaba
como una estrella fulgurante.
No hay palabras para resumirle, ni
artículos que lo defiendan con veracidad, ya que todo esto que he
escrito, si le escucháis, queda pequeño, pero no puedo evitar darle
mi humilde homenaje al que para mí es el mejor compositor y
cantautor, junto con George Brassens, que ha tenido la suerte de
llegar a mis oídos. Y es que Pink Moon es un LP que yo considero
infinito, ya que hace que su track número
doce, sea el silencio que jamás acabará y que este genio hizo que
se extendiera por los siglos de los siglos.
Para terminar os dejo otro
fragmento de una de sus canciones más bonitas llamada “Place To
Be” y que quizá sea tan suya como ahora mía y que dice así:
“And
I was green, greener than the hill
Where the flowers grew and the
sun shone still
Now I'm darker than the deepest sea
Just hand
me down, give me a place to be.”
En castellano:
“Y yo era verde, más verde que
la colina
Donde las flores crecen y el sol
brilla tranquilo
Ahora soy más oscuro que el mar
más profundo
Solo ayúdame, dame un lugar para
estar”
Amigos míos, espero veros pronto
y que disfrutéis con Nick Drake y con la lectura, Un abrazo a todos.
Carlos “Bill el Mierdas”
Coppel y Pérez-Herrera